.- Un reclamo popular ante las actuales circunstancias nada desconocidas por la ciudadanía, han hecho estremecer al País entero, causando una total apatía hacia los partidos políticos y porque no decirlo, al mismo desarrollo causado por la incredulidad en sus autoridades.

El origen derivado de la impunidad, inseguridad, corrupción y falta total de vocación de servicio hace que surjan desviaciones de la conducta humana y estas se tornen lacerantes para una sociedad que reclama paz y armonía.

Los actuales sistemas contemporáneos, exigen a los responsables del poder público, tener la autoridad moral necesaria para generar confianza en sus decisiones, porque en caso contrario agravaría  la crisis que padece el pueblo y esta sería la catástrofe de la Nación.

Por eso la fuerza de un gobernante radica en su capacidad para actuar, en el marco de sus atribuciones legales, hará así definir las estrategias políticas, económicas y sociales para el desarrollo de su gobierno, donde exista equilibrio en el bienestar.

La renovación moral no es persecución, no se mide por acciones penales, ni está al servicio de actitudes revanchistas de personas y grupos; constituye un esfuerzo por volver a la sobriedad y austeridad propia del régimen republicano y a supeditar todo interés personal o de grupo a los intereses de la Nación.

Eficiencia y honestidad no son términos que se excluyan, no hay que sacrificar una por otra, necesitamos que ambas características  sean inherentes al ejercicio de la función pública, viene a revigorizar de todo lo que se propicie el cumplimiento de los deberes.

Estoy cierto que ha faltado liderazgo, donde la responsabilidad de los tres niveles de gobierno actúen con coordinación, en algunos estados de la república mexicana irrumpió la anti política; hubo violencia moral en lugar de dialogo y ruido en vez de ideas, se dejó libre el instinto que agrede, y no se hizo presente el raciocinio que seduce y vence. 

Ahora es necesario remontar con paciencia la desesperación, la desconfianza y el rencor; llegar a pactos realistas; y ver a la participación  ciudadana como fuerza legítima  y no como afrenta.

Por eso es necesario dar cauce y respuesta a la ciudadanía herida y convenir en lo que es viable.

Siento respetados lectores, que urge que la responsabilidad del gobierno  a nivel federal, estatal y municipal actúe en forma coordinada porque defender a un gobierno en tiempos de crisis, es tan complicado para un partido en el poder, como fácil para la oposición censurarlo.

En una democracia el uso del poder desgasta y quedarse en sus goteras vigoriza.  En fin cuando se aplica la ley y se tiene voluntad política  se resuelven mejor los problemas, recordando que en el poder se trabaja con realidades, que son limitaciones actuales y fuera de el se juega con proyectos, que son posibilidades supuestas.

Salir al frente de los problemas más que desgastar, fortalece, más que desunir, solidariza; el requisito para salir adelante es la unión, ya que esta significa una lucha común.

Por eso ante los reclamos de la sociedad mexicana me permito recordarles que sólo mediante, el dialogo, la tolerancia y la concertación con las diferentes fuerzas políticas  es como podremos seguir ampliando nuestra democracia.

Nuestra sociedad tiene puestas sus esperanzas, en los hombres y mujeres con capacidad y sensibilidad política  para avanzar.

Urge salir amigos del círculo de los buenos contra los malos y de santos contra demonios. Son tiempos de agarrar al toro por los cuernos para lograr hacer frente a los desequilibrios de la sociedad que avanza materialmente pero moralmente esta obstruida.

Es tiempo de ser tolerantes en la comunicación con nuestros semejantes, sólo así con entendimiento, podremos salir adelante en nuestros objetivos y encaminadas al bienestar creciente y armónico de nuestro País.

Debemos de ocuparnos de los conflictos reales que están en la entraña de nuestra sociedad, de las contradicciones no abordadas, de las injusticias no eliminadas. Son los momentos propicios para marcar un alto y analizar con profundo conocimiento a donde deseamos ir con guía y brújula.

Urge pues la necesidad de la renovación y modernización de las instituciones públicas y de una nueva clase política que actué por convicción  y con voluntad inquebrantable para que ninguna adversidad pueda impedir el arribo al cumplimiento eficaz del poder servir.

Unámonos para preservar y enriquecer las manifestaciones de nuestra cultura, luchando por ella y así proteger y cultivar los valores que nos otorgan identidad. Busquemos nuestros propios defectos, para que en base al análisis profundo y sobre todo el deseo de la superación, los trasformemos en cualidades y así sirvan de pauta de conducta para los demás.

Demos un ejemplo de nuestro hacer y no solo el pensar, destrozando completamente la practica viciosa de la improvisación.

No cabe la menor duda que en la actualidad mucho hemos aprendido ante la adversidad amenazante de esta pandemia que nos sigue proporcionando incertidumbre. Evoco a un pensamiento de Don Carlos Fuentes, ilustre mexicano y escritor: La defensa del tiempo es por todo ello defensa de la cultura y de la manera de vivirla en la historia. Esa defensa tiene un sitio. Se llama el presente, aquí y ahora. Porque el pasado ocurre hoy, cuando recordamos. Y el futuro ocurre hoy, cuando deseamos.

La responsabilidad de renovarnos moralmente es común, pero la obligación de encabezar esta tarea corresponde al gobierno por ser el conductor de la sociedad.


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