Pedro Galván y El noble arte de no querer rendirse.- En este caso, para mí aterrorizador por la de caminos esperpénticos que se abren, le ha tocado pagar a Gemini, el nuevo nombre de la herramienta de Inteligencia Artificial de Google.
Parece ser que se le pedía que creará personas blancas en un contexto de la historia y el algoritmo solo dibujaba personas de tez o raza de diversos colores, por ejemplo, conquistadores colones ingleses con pinta de coreanos o nazis que no eran blancos.
Cuando se le exigía (no sé todavía cómo se le puede exigir a una máquina) que los dibujara en blanco, porque eran ingleses y en esa época, hace quinientos años, eran blancos, Gemini se negaba. Y ya nos hemos enfadado, hasta tal punto que Google ha pedido perdón.
No se pide perdón por las bombas y los misiles, pero que una máquina no dibuje correctamente, entonces sí que hay que pedir perdón.
Lo que podía quedar en una anécdota y que podría servir fácilmente para crear algún que otro meme destartalado, se ha convertido en el nuevo foco de odio de los #ofendidos
La ortodoxia en el mundo de los negocios comienza a llegar a niveles de la religión o del patriotismo. Lo que sucede es que después de ver este desenfrenado ataque a un algoritmo de Google, repito a un algoritmo, que son números, letras y espacios juntos, me pregunto si ¿también podremos amar a las máquinas como las odiamos?
Ya no voy a tocar el manido libro de Philip K. Dick sobre si los androides sueñan con ovejas eléctricas, o cuando a Hal se le está a punto de desconectar y esta pregunta: “¿soñaré?”.
Lo que me pregunto es que si hay humanos que se enfadan y ofenden por lo que no hace una máquina, ¿habrá otros que desarrollen sentimientos de amistad o de amor con Alexa, Siri o el Terminator?
Que yo sepa nadie se ha enamorado del microondas o de la tostadora, aunque sí que hay cementerios de perros robots en Japón.
Deseo que esta locura desmedida se acabe en breve.
¿Llegará pronto alguien a decir que esto de ofenderse por estas razones no tiene sentido y que hay problemas mayores en el mundo como el cambio del clima?
¿Dejaremos de sacar las cosas de contexto y el sentido común volverá a regir nuestras maltrechas cabezas? O, por el contrario, asistiremos a bodas con máquinas o a entierros de robots y velatorios como en Japón.