.- Considero que el único espacio de la auténtica democracia es la taquería; México tiene miles de estos espacios ejemplares para la formación ciudadana, bajo el principio esencial de: “al taquero no se le miente ni se le ofende”.
Allí en la taquería hay respeto a la fila, solitos llegamos a formarnos o a esperar mesa; nadie se atreve a “agandallarse” un lugar porque se arma un pedote y se somete a escrutinio de los comensales presentes la conducta vil del hambriento voraz; el veredicto general es: “pinche avorazado”.
El juicio popular se aplicó; el “avorazado” no disfrutará sus tacos como pensaba, sentirá la mirada recriminatoria de todos: “te pasaste cabrón”. Similar a cuando pasa un político en su lujoso carro frente a la cola de transeúntes que esperan de las combis.
En la taquería no importa si eres rico o pobre, te tratan igual: “con chile o sin chile”: ¡punto!; si la lengua se te desbarata y sientes que te ahogas: “tú lo decidiste”. Nadie se fija si eres alto o chaparro, el único que sí preocupa es el bato panzón, éste significa mayor espera o riesgo de: “ya no hay”, “se acaba de acabar”.
Como en todos lados, siempre influye la belleza femenina: “atiéndete a la buenota”. Los quiere sin cilantro sin cebolla y con poca salsa picante. Pero esa beldad de inmediato se democratiza en la mirada oculta del sexo masculino y en el satanismo del sexo femenino, sobre esto predomina por encima el perfume taquero.
En la taquería no te hacen examen de conocimientos para ver si eres chingón o no, ahí no hay complicaciones: ¿Cuántos quiere? El algebra y las matemáticas se reducen a circunferencia con maciza. Ni Fifis ni Chairos, todos parejos.
En la taquería el taco vale lo mismo para todos, no está expuesto a la especulación comercial ni al subsidio gubernamental. Los taqueros no compran votos, el impacto de los aranceles se amortigua con el “chesco” para la enchilada. Hay intercambio de opiniones y críticas con libertad entre mordida y mordida. Los parados conversan de futbol y de política al ritmo de la noticia televisa que se proyecta en algún aparato colgante.
Los familiares y los compadres influyentes son parados de putazo por el taquero: ¿Quién sigue? ¿Dónde va la fila? Y se acomodan con estas palabras sagradas. El defecto de la mayoría de los taqueros es el maltrato animal, patean y queman a los perros; sin embargo, muchos han evolucionado y los reciben con amor y afecto.
Hay taquerías VIP, de barrio, de esquina, de cantina, de estadio deportivo, de templo religioso, de rancho, de carretera; es tan versátil y extendida su oferta que jamás en una vida completa pudieras disfrutarlas todas. Las hay con horario y sin horario, de tiempo completo.
Aplica el régimen de exención para los “patrulleros”: no es nada jefecito; gracias, le estaremos echando un ojo, buenas noches. Y estos sí tragan. Las taquerías son un espacio democrático real; hay una breve, pero auténtica interlocución entre taquero y cliente; se respeta la igualdad entre los comensales; se practica la honestidad mutua: ni se cobran más tacos de los servidos ni se niegan los tacos consumidos. Se paga lo comido.
¿Por qué los gobernantes no siguen la filosofía milenaria de los taqueros? Quizá México fuera otro.
Dr. Fernando Medina Miralrío. Miembro de la Federación de Abogados del estado de Nayarit y del Colegio de Abogados de Bahía de Banderas.