.- Cuando escribo algunas letras sobre mi vida en este bello rincón de la costa norte de Jalisco, nuestro amado Puerto Vallarta, me identifico mucho con la niñez donde me formé al lado de mis padres, hermanos, amigos, pero sobre todo, con mis excelentes maestros de kínder, primaria y secundaria.

Son estos tres grados de escolaridad donde se forma tu carácter y se identifica lo que será tu camino por la vida. Me he puesto a reflexionar con quienes tuve el privilegio de convivir durante esta época, siguen con su misma personalidad, por lógica, con un cumulo de experiencia.

No cabe la menor duda de que el ambiente donde te rodeas te forja y te ayuda a establecer dentro de tus planes y objetivos una visión a donde deseas llegar, sobre todo con éxito.

Cuando recibes buenas enseñanzas, desde niño te ayuda, a ser creativo en todas las disciplinas que aprendes, tanto en lo cultural, lo educativo, deportivo y algún oficio que de alguna forma te da un valor agregado en la vida.

Por ejemplo, tengo compañeros que aprendieron a pescar y hoy en día siguen con esta actividad, otros en la industria de la construcción desarrollando el más humilde trabajo, ahora algunos ingenieros y arquitectos, en fin, la mayoría exitosos en sus actividades de trabajo; siempre se debe de tener la convicción de aprender algún trabajo manual, para estar en condiciones de desarrollar tu creatividad.

Retomar los valores

Lo que bien se aprende nunca se olvida, sobre todo admiro a quienes se sienten orgullosos de sus padres o maestros que les impartieron la savia del saber no importando la clase social.

Una cosa que añoro mucho de mi tierra es la forma como fuimos educados, sin mirar nunca la parte económica de nuestras familias, al contrario, nos enseñaron a compartir lo que tuviéramos; alimentos, juguetes y a participar en convivios donde reinara siempre la amistad.

Desde estos momentos se aprende a trabajar en equipo, a valorar que entre todos existirá siempre la armonía, y así se facilitara el tener una sociedad más participativa.

Me atrevo a afirmar que muchos de mis amigos provenientes de la cultura del esfuerzo, hoy son prósperos profesionistas y empresarios exitosos.

Hoy en día encontramos facilidades para tener una mejor educación con algunas universidades que ya abrieron sus puertas a esta comunidad vallartense, pero lo único que siento es la necesidad de retomar los valores universales que tanto hacen falta.

A medida que se avanza en la tecnología, se retrocede en la esencia de la vida misma, donde es necesario ejercitarla constantemente para poder adquirir sin menoscabo, una valoración tal, que haga la relación material con la espiritual, un producto que contribuya a una prosperidad más compartida.

Los maestros

Deseo compartir algunas unas ideas que hace la columnista Yusi Cervantes Leyzaola sobre los verdaderos maestros inolvidables que se entregan con vocación y con mucho amor y ética, que dista mucho de los actuales dejando mucho que desear:

Tratan a cada alumno como una persona, los conocen, son sensibles a lo que están viviendo, saben cuáles son sus potencialidades y limitaciones. Conocen bien la materia o materias que enseñan. Es decir están bien preparados academicamente.

Son cultos, sin ser especialistas en todo, tienen conocimientos de ciencias, arte, política, filosofía, religión y procuran en forma particular conocer el ambiente en que sus alumnos se mueven.

Son pacientes. No se desesperan cuando sus grupos están inquietos o cuando no avanzan. También tienen paciencia ante las dificultades de cada alumno en particular.

Procuran tener contacto con los padres de sus alumnos, especialmente con los que tienen más dificultades académicas de conducta o emocionales, para proponer la colaboración escuela-familia, en bien de los chicos.

Son dinámicos. Saben que los alumnos viven en el mundo de lo instantáneo y lo desechable, que reciben miles de mensajes cada día que les es imposible de asimilar. Saben por tanto, que es necesario mantenerlos interesados, comprometerlos en la tarea del aprendizaje y hacerlos participar.

Son empáticos. Escuchan con atención y respeto a sus alumnos. Se esfuerzan por comprenderlos y porque ellos entiendan lo que tienen que decirles.

Sus alumnos saben que cuentan con ellos, que serán discretos respecto a lo que les comunican en forma personal, que no vayan a aprovecharse de lo que comparten con ellos, en suma que pueden confiar ya que los ayudan para su formación humana necesaria.

Son justos. Dan las calificaciones que cada quien merece. Piden en tiempo y forma las tareas que dejan. No se dejan llevar por los sentimentalismos, aunque sí son sensibles a los problemas que puedan tener sus alumnos.

Dan gran importancia a los valores humanos, los fomentan en todo momento. También ayudan a sus alumnos a cultivar sus virtudes.

Vocación, don de Dios

En fin me, pongo a pensar si existen esta clase de maestros, y mi respuesta es que sí, son más de los que a veces pensamos. Porque muchos de ellos tienen una vocación bien cimentada, y que es un don de Dios.

Pero lo más importante es no dejarlos solos, que todos los padres de familia los tomen en cuenta, que los directivos los apoyen, que las comunidades los valoren.

Muchas cosas pasan por mi mente, principalmente el hecho que si no tenemos una familia con cimientos fuertes, donde los valores sean las columnas de la formación de cada uno de los miembros, seguramente la sociedad se verá muy afectada.

Por eso creo que la FE nos ayuda a creer que compartiremos los cristianos la gloria de Dios y eso nos da esperanza para enfrentarnos valientemente a las pruebas diarias que da la vida.

Siento un gran placer al tener conocimiento de muchos ciudadanos que convocan a estar Unidos por México, pero solamente con objetivos claros y precisos tendremos una visión muy exacta hacia a donde nos debemos de dirigir, es lo siguiente:

Consolidarnos como la mayor organización ciudadana de nuestro país, que en pleno ejercicio de la libertad religiosa y con la fuerza de la unidad, promueva la familia, los valores y la cultura cristiana para contribuir a transformar las estructuras sociales colaborando con instituciones afines.

Un camino que facilitara indudablemente el fortalecer nuestras relaciones con la finalidad de contribuir a la grandeza de México en todos los aspectos.

Construcción de una sociedad libre, responsable y justa, donde se pueda vivir en paz, Este es el camino a nuestra verdadera integración para alcanzar prosperidad.


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